Hace poco unos amigos me decían que soy muy detallista al escribir, comparto un recuerdo que he amoldado y he dado forma con el tiempo. Nada asegura que fuera totalmente así:
Mi papá y yo caminábamos contra todos en el Mercado Central, yo sentía que el apartaba camino para mí ya que iba adelante mientras yo trataba de seguir su paso agarrándome de su llavero de cadena. Él siempre me decía: agarra bien mi llavero y no te sueltes; y entrábamos a la jungla de vendedores, de cosas coloridas, de ambulantes, de otros agarrando algún objeto para ofrecértelo y ponértelo en la cara.
En algún momento mi papá recordaba que yo era más pequeña que él y me preguntaba si estaba bien. Hubo un momento en que me solté, fue un segundo y tuve miedo. Lo alcancé y me agarré fuerte de su bolsillo trasero. ¿Tienes sed? Recuerdo que ese día me compró una botella de Guaraná heladita, él se tomó media botella de un trago, yo de a poquitos, estaba bien fría.
No recuerdo qué compramos, solo puedo recordar que mi padre me protegía, era como un tacleador de fútbol que abría camino, ¿para avanzar? Para no parar y achicharrarnos con el sol de algún verano de los noventas.
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