martes, 14 de agosto de 2018

Colonoscopía

Me acaban de poner el catéter en el brazo
y yo recuerdo tu rostro tan lívido, con solo esa imagen se humedecen los ojos.
La enfermera se da cuenta y me dice que no tenga miedo.
De pronto la imagen se cierra en tu rostro, tus ojos achinados sin fuerza, tus labios delgados que me dejan ver esos tus dos dientes de adelante, grandes, separados.
Me han vuelto a picar con la aguja, mis venas son delgadas. Qué ironía, mi mamá dice que mi cuerpo es "gruesito".
Te veo en un desierto ya, con esa mirada perdida, enferma. Tu tez color amarilla como la arena.
Luego ya te veo recuperada, con vida, con tu ropa de deporte que a veces ni hacías:
"La Glendy es inteligente cho, yo pues tengo mal el cerebro. Ay dolorononones que me dan en la cabeza".
La doctora: póngase de costado, junte sus piernas todo lo que pueda hacia su estómago. Muy bien.
"Ay yo quisiera enamorarme de la Glendy cho, ella es hermosa, estudiosa, buena china". Y estallabas en risa.
La enfermera: con este medicamento usted va a sentir sueño, tranquilita nomás mientras nosotras hacemos el procedimiento.
"Yo escribo poemas, solo no te vayas a reír. A veces escribo gaferas, como si no tuviera nada que hacer en mi chacra".

En el colegio, tú ganaste el concurso de poemas y yo el de cuentos, nos sentíamos muy artis.

Emita, pies pequeñitos...

miércoles, 8 de agosto de 2018

Omohide Poro Poro

Cuando vi la  historia de Taeko con el sello característico de Ghibli en Omohide Poro Poro (Recuerdos del ayer), me sentí emocionada y feliz porque encontré un personaje con quien me siento identificada. Me gusta imaginar que al igual que esta película, un día mis problemas se terminarán al bajar de un tren hacia la ciudad removida por mis fantasmas infantiles y coja un bus y me baje en media pista hacia el campo donde soy feliz (la parte del chico prefiero obviarla). Bueno, mientras tanto sigo siendo viviendo mi vida no animada y repitiendo historias pasadas con la claridad de no vivir en el pasado; si no de disfrutar de los buenos recuerdos.

Hace poco unos amigos me decían que soy muy detallista al escribir, comparto un recuerdo que he amoldado y he dado forma con el tiempo. Nada asegura que fuera totalmente así:

Mi papá y yo caminábamos contra todos en el Mercado Central, yo sentía que el apartaba camino para mí ya que iba adelante mientras yo trataba de seguir su paso agarrándome de su llavero de cadena. Él siempre me decía: agarra bien mi llavero y no te sueltes; y entrábamos a la jungla de vendedores, de cosas coloridas, de ambulantes, de otros agarrando algún objeto para ofrecértelo y ponértelo en la cara.
En algún momento mi papá recordaba que yo era más pequeña que él y me preguntaba si estaba bien. Hubo un momento en que me solté, fue un segundo y tuve miedo. Lo alcancé y me agarré fuerte de su bolsillo trasero. ¿Tienes sed? Recuerdo que ese día me compró una botella de Guaraná heladita, él se tomó media botella de un trago, yo de a poquitos, estaba bien fría.
No recuerdo qué compramos, solo puedo recordar que mi padre me protegía, era como un tacleador de fútbol que abría camino, ¿para avanzar? Para no parar y achicharrarnos con el sol de algún verano de los noventas.

Taeko Okajima y su problema con la división de fracciones